miércoles, 12 de mayo de 2010

Vida de Erik Satié


Erik Satie
Lento y parsimonioso tañer de la guitarra en esta obra compuesta para piano de un extraño músico francés de cambio al siglo XX.

Músico que, en su juventud, no aprobó los estudios en el Conservatorio de París. "Falto de talento" indicaron en dos ocasiones sus profesores. Quizás por ello se llamaba a sí mismo "fonometrógrafo" (alguien que mide y escribe los sonidos) que no "músico".

Bien, pues el hecho es que Satie se fue a vivir a la zona de Montmartre donde tuvo el único amor de su vida. Fue la pintora Suzanne Valadon, quien, tras hacerle un retrato que le regaló y vivir con él unos meses, le abandonó. Así que nuestro protagonista que desde 1891 trabajaba como compositor oficial y maestro de capilla de la orden rosacruz, reaviva en él su fibra espiritual y funda una iglesia a la que llamó la "Eglise Métropolitaine d'Art de Jésus Conducteur" (Iglesia Metropolitana de Arte de Cristo el Guía) de la que fue el único miembro y de la que se olvidó al quedarse sin dinero y tener que cambiar de alojamiento. En todo esto, se relaciona con Debussy y Ravel.
Junto al archivo musical había preparado también una fotografía de un campo de trigo que estos días amarillean sobre la isla. Hace una hora había escrito unas palabras sobre la trascendencia de este cereal en la historia del Mediterráneo y la isla, además del comentario sobre el músico. Una imprudencia me ha hecho perder todo. Intento salvar una parte, al tiempo que abandono las palabras relacionadas con el lento madurar de estas espigas.
Así que Erik se traslada en 1896 a vivir a Arcueil, a unos diez kilómetros de París, donde ha encontrado una económica habitación tan pequeña como un armario. En 1899 empieza a trabajar como pianista en un cabaret, trabajo que mantendrá gran parte de su vida al tiempo que compone numerosas obras que no llegarán más que a algunos amigos músicos vanguardistas. En 1905 vuelve a los estudios musicales que esta vez aprueba tras cinco años de estudio. Aficiona también a guardar dibujos de edificios imaginarios. Alguna que otra vez, como ocurrió con el "castillo de plomo", hacía publicar el dibujo en el periódico local, en la sección de inmobiliarias, bajo el rótulo de "se vende" o "se alquila".
El hecho está en que Erik Satie, con su trabajo en el cabaret y su pasión por la música se halla al frente de todas las vanguardias musicales que en cadena van apareciendo en las primeras décadas del siglo. Alcanza alto reconocimiento entre los músicos, pese a que una característica de su obra era la repetición y el no desarrollo de los temas. Unas pocas frases que duraban un minuto las hacía repetir diez veces con lo que la obra llegaba a durar diez minutos. "Lo que rechazó de forma más intencionada fue, desde su primera hasta su última composición, la idea de desarrollo. Naturalmente esto hace que sus obras contrapuntísticas, y las otras también, sean muy breves. Por ejemplo, las fugas "nuevas y modernas" no se extienden mucho más allá de la exposición del tema. En general no creía que el compositor debiera quitarle al público más tiempo del estrictamente necesario, evitando el aburrimiento".
Hasta el año de su muerte en 1925, absolutamente nadie excepto él entró a su habitación en Arcueil desde que se mudó hacía veintisiete años. Lo que sus amigos descubrieron ahí, después de su entierro en el cementerio de Arcueil, tenía el encanto de la tumba de Tutankamon; además del polvo y las telarañas (lo cual entre otras cosas hizo claro que Satie jamás compuso usando su piano), descubrieron numerosos objetos:
Enormes cantidades de paraguas, algunos aparentemente jamás usados, porque los coleccionaba, se calcula que tenía sobre 100; el retrato que le hizo Valadon; cartas de amor y dibujos de la época de Valadon; otras cartas de todos los períodos de su vida;
su colección de dibujos de edificios medievales (hasta entonces sus amigos no empezaron a ver la relación entre Satie y ciertos anuncios de periódico anónimos acerca de "castillos en plomo" y cosas parecidas);
otras cosas memorables de todos los periodos de su vida, entre ellos siete trajes de terciopelo del periodo del "caballero de terciopelo".
Pero lo más importante, había composiciones de las cuales nadie había oído hablar (o que se creían perdidas) por todos lados: atrás del piano, en las bolsas de los trajes de terciopelo, etc. Estas incluían las Vexations, Geneviève de Brabant, y otros no publicados o no terminados, como "el pez soñador.

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