Neptuno en Piscis - grado 23 - abril de 2022.
Neptuno transitando conjunción a las luminarias. – sol – luna natal.
Tratándose del dios de los océanos y sus
profundidades, en estos climas la conciencia individual puede orientarse hacia
puertos trascendentes, que expanden su percepción hacia lo universal, o
experimentar angustias de naufragio.
En principio, Neptuno a las luminarias representa un
momento de máxima sensibilización de la identidad. La imagen de sí mismo se
torna porosa, permeable a registros sensibles de dimensiones de la realidad que
hasta ahora no tenían posibilidad de ser advertidas. La propia expresión
individual puede alcanzar una alta resonancia colectiva. Pero esto sólo es el
“efecto secundario” de un significado aún más prodigioso: la expansión de la
conciencia más allá de las fronteras de lo individual, la inmersión en la
cualidad transpersonal de la existencia que deja en suspenso la capacidad del
centro organizador de la percepción (el yo) para dar cuenta de esa realidad que
empieza a revelarse.
Este punto es clave. Neptuno al Sol no representa la
fatal confusión o pérdida del yo, sino un desafío de expansión a partir de
disolver los límites conocidos de la identidad. Es la revelación de una
expresión consciente, de un reconocimiento de quién soy, que va más allá de la
imagen históricamente construida y que, por eso mismo, permite entrar en
contacto con contenidos del ser hasta ahora inconscientes. Es decir, el
tránsito de Neptuno al Sol no representa una despersonalización absoluta o el
nefasto determinismo de una psicosis, sino una dilución de niveles rígidos de
la personalidad para que la conciencia pueda tener así la oportunidad de
responder a niveles del alma.
No obstante, por definición, todo tránsito de un
planeta transpersonal a las luminarias convoca a una experiencia que no tiene
por sentido confirmar al yo ni contribuir a su estructuración, sino justamente
desestructurarlo y desorganizarlo. Y esto implica aceptar que la naturaleza de
estos momentos sugiere riesgos de distorsión patológica. En el caso de Neptuno,
si la conciencia se mantiene aferrada a la imagen personal que tiene de sí
misma, esta invitación a ser sensibles a dimensiones trascendentes de la realidad
será significada como la amenaza de un quebranto de todo sentido de realidad.
De este modo, este tiempo de disolución de la sensación de importancia
personal, de pérdida de la identificación exclusiva con el yo personal, de
sensibilización de las fronteras rígidas de la personalidad, paradójicamente,
termina redundando en una sacralización de tales rigideces, en una elevación a
virtud espiritual de las cristalizaciones más egoicas y en el otorgamiento de
misiones épicas al pequeño yo.
La oportunidad de difuminar niveles de identidad ya
agotados, para así fundir a la conciencia en cualidades más vastas del ser, se
frustra generando una distorsionante inflación del ego personal, que intentará
apropiarse entonces de las potencialidades transpersonales del momento. Esa
pulsión de trascendencia que invita a ir “más allá de Saturno” queda capturada
dentro de las fronteras que el ego reconoce seguras. Pero, de todas maneras,
esa cualidad que pugna hacia lo transpersonal buscará expresarse y lo hará
ahora en formas que necesariamente, a consecuencia de aquella represión,
rondarán el riesgo de desequilibrio psíquico: delirio místico, fantasía mesiánica,
paranoia alucinatoria. Ese desequilibrio no es propio de la cualidad
neptuniana, sino su patológica manifestación cuando se ve confinada a actuar
dentro de los límites que le marca las necesidades del yo y el temor a su
propia trascendencia. Cuando prima el miedo y la necesidad controladora del ego
ante aquello que lo invita a entregarse al misterio, la sensibilidad perceptiva
incrementada por el efecto Neptuno se descarga entonces en encantamientos y
fabulaciones que tienen siempre al yo personal como protagonista
autorreferente. El potencial de la conciencia de apertura a lo universal se
malogra en la fascinación de “ser yo mismo el universo”.
El tránsito de Neptuno a las luminarias deriva así en
un momento de confusión de la identidad como consecuencia, no de su cualidad
vibratoria, sino de la traducción que hace de ella la conciencia que pone de
manifiesto el narcisista intento de controlar la potencialidad de expansión
amorosa. Así, ante la emergencia de una experiencia cumbre que proponga abrir
el corazón a toda manifestación de la vida, el yo demandante de afecto personal
confirmatorio de sí mismo de inmediato la significará como la evidencia de “un
universo que me ama a mí”.
Los climas neptunianos operando sobre las luminarias
exponen el volumen de nuestro miedo psicológico a perder el borde de nuestra
personalidad. Y la reacción más común (e inconsciente) será la de una
contracción de la conciencia en una forma de identidad personal como garantía
de “sentir un yo”. Esto habilita la encantadora pesadilla de la encarnación
arquetípica: dar vida a un arquetipo, tomar vitalidad de uno de esos programas
psíquicos contenidos en el inconsciente colectivo de la humanidad. El hechizo
arquetípico ofrece una muy convincente sensación de identidad. Encarnar un
arquetipo aporta la sensación de ser alguien bien definido, importante y
trascendente, que pone fin al incómodo sentimiento de licuación de la
personalidad, de confusión respecto a quién se es, que trae consigo el embriagante Neptuno.
No obstante, como siempre parece ocurrir, cuanto más
creemos estar escapando de lo temido, más nos aproximamos a ello: es esa misma
vivencia arquetípica la que resulta una alucinación, un extravío para la
conciencia, el dulce encantamiento de un canto de sirenas que conduce
fatalmente a la tragedia. La extraordinaria vida que cree estar viviendo la
persona gracias a haber adoptado la investidura de un específico arquetipo, en
verdad, es la vida de ese arquetipo. Es el arquetipo el que toma la vida de la
persona y no al revés. Es el relato del arquetipo el que está siendo
desarrollado tomando la vitalidad de aquella angustiada conciencia. Sin darse
cuenta de ello, la conciencia individual traba con los arquetipos del
inconsciente colectivo un oscuro pacto del que nunca resultará favorecida. Es
por eso que discernir entre la vitalidad del alma (creativa y por eso incierta
e insegura) y la vitalidad de la personalidad arquetípica (repetitiva y por eso
tranquilizadora y segura) es uno de los sentidos claves de un tránsito de
Neptuno al Sol, un desafío que requiere poner en juego todo nuestro coraje
espiritual, porque cualquier variable creativa implicará estar dispuesto a
afrontar alguna forma de trasgresión de la pauta arquetípica.
No es menor el valor necesario para poner en juego el
conjuro de aquel encantamiento: tomar en cuenta la mirada del otro para romper
la fascinación del campo de distorsión de la realidad en el que la conciencia
se encuentra atrapada, para desencantar esa burbuja auto gratificante en la
cual la realidad es tal como mis necesidades afectivas personales la
configuran. Atender al mundo vincular es la clave para responder a la expansión
de sensibilidad neptuniana minimizando los riesgos de tergiversación
narcisista. El límite y frustración que aporta el contacto con el otro es la
medida del delirio, la paranoia y la egolatría de la propia posición.
Sin embargo, durante un tránsito de Neptuno al Sol, el
miedo al desvanecimiento de la identidad habitualmente promueve una reacción de
repliegue en las funciones planetarias que dan una sensación de ser “un yo
discriminado, autosuficiente, que sabe lo que quiere”, refractaria, por lo
tanto, al encuentro vincular que no resulte confirmatorio de esa propia imagen.
Estas funciones están vinculadas con la definición de bordes personales
inexorables: la decidida acción de Marte, la precisa discriminación de Mercurio
y la firme determinación de la realidad de Saturno. En esa retracción, tales funciones
se expresan disociadas de aquellas que le resultan naturalmente
complementarias. Y esa disociación da inicio a la pesadilla de la polarización.
Polarización es disociación y, por lo tanto, la frustración de la creatividad
complementaria.
En ese ejercicio distorsionado, Mercurio se manifiesta
generando interpretaciones delirantes, superficiales o fragmentarias, disociado
de su complemento jupiteriano de sentido, trascendencia y síntesis. Marte
muestra una susceptibilidad irritada y beligerante, traducida en todo tipo de
alucinaciones persecutorias, disociado de la capacidad venusina de armonizar
con la diferencia del otro y de abrirse a la dinámica del encuentro
complementario. Saturno aparece como un sentido de realidad tan fascinante y
mágico como inflexible y rígido, disociado del talento lunar de ser sensible a
las necesidades de otros y de entrar en contacto emocional con la realidad.
Pelear, relatar y juzgar es vivido como el más
efectivo antídoto a la amenaza de confusión y pérdida de sentido de identidad
personal. En esa conducta la personalidad siente ponerse efectivamente a
resguardo de lo que, en verdad, es una convocatoria de su alma, no la acción de
enemigos. La acción del alma es vivida como una amenaza de pérdida de lo que es
propio, como un intento de ser robado de preciadas pertenencias. Las fantasías
acerca de sí mismo, la exacerbación de la mirada autorreferencial de la
realidad, una visión mesiánica acerca del valor individual, y cierto culto a la
propia personalidad pueden ser algunas de las expresiones de la función solar
distorsionada en su reacción al clima de Neptuno en tránsito.
Lo que este tránsito sugiere -la sensibilización
expandida respecto al misterio de la identidad y a la percepción de órdenes más
profundos y vibratorios en los que la sensación de ser un individuo puede
desarrollarse- puede implicar para la conciencia un tiempo propicio para agotar
dimensiones arquetípicas (ya repetidas hasta el hartazgo y pasar así a otras
más sutiles) como también para quedar atrapada patológicamente en ellas. La
posición del Sol por signo, casa o aspecto en la carta natal aporta alguna clave
acerca de la naturaleza y carácter de los arquetipos que ejerzan atracción
durante un tránsito de Neptuno, ya sea para ser consumados o para cautivar a la
conciencia. Por ejemplo, si se trata de una carta con Sol en Piscis, con Sol en
casa XII o Sol en aspecto con Neptuno, la conciencia resulta particularmente
susceptible a los arquetipos de héroe, salvador, chivo expiatorio, víctima
sacrificial, mártir, misionero o inquisidor entre tantos otros.
Más allá de las trampas arquetípicas, los tiempos de Neptuno
al Sol representan una exquisita oportunidad para responder a transparencias
del alma, un portal a lo sagrado en nosotros, a la correspondencia de nuestra
conciencia con los sonidos de las energías que nos entraman, en la medida que
se confía en la pérdida de discriminación racional respecto a quién se es. No
son tiempos para estar definitivamente seguro de la propia identidad conocida,
sino para asistir con conciencia a la emergencia de dimensiones desconocidas de
lo que soy y que exigirán desalojar la imagen que se tiene de sí mismo. La
renuncia consciente a esa atesorada imagen -cargada de memoria afectiva- no
excluye un nítido y legítimo sentimiento de melancolía, de despedida. Es la
complejidad emocional inherente al delicado y trascendental desafío de aceptar
la disolución y entregarse a la impregnación del misterio, de hacer contacto
con una sensibilidad amplificada hacia lo universal sin cerrarla en
interpretaciones racionales o decisiones voluntaristas por miedo al desborde
personal y a la pérdida de la representación de sí mismo efectivizada. Es
tiempo de descubrir resonancias con dimensiones que van más allá de lo que creo
ser o de lo que estoy habituado a creer que soy, de responder al impulso que
nos convoca a la trascendencia de la conciencia, más allá del mundo personal.
En lo concreto, este contacto con el misterio del ser
implicará de alguna manera resignar, renunciar o retirarse de deseos del yo.
Que se revele la capacidad para ser sensibles al mundo de la imagen y de los
espejismos supone la disposición a agotar un proceso de la identidad personal,
de que los bordes de la personalidad en la que se ha desarrollado conciencia se
tornen porosos y se disuelvan en la sorprendente revelación de una nueva
dimensión del misterio de lo que soy. Son tiempos para agotar los sueños del
yo, ya sea celebrándolos o resignándolos. Tiempos de despedirse de propósitos
personales para permitir que afloren propósitos del alma, de renunciar a “lo
que deseo ser” para ser sensibles a lo que el destino revela en nosotros como
intención, más allá de “lo que quiero de mí”. Neptuno en tránsito al Sol indica
que ya es momento oportuno para que la conciencia se brinde en servicio a lo
universal, antes que a la satisfacción de un yo personal exitoso. Son tiempos
en los que el alma necesita ser reconocida, antes que el yo confirmado.
Por último, Neptuno puede despertar en la conciencia
la sensibilidad perceptiva necesaria para registrar la presión psíquica que
ejerce una comunidad a encarnar determinado arquetipo funcional a expectativas
personales, familiares o colectivas. Los tiempos de Neptuno al Sol pueden
tender la trampa de vivir inconscientemente el arquetipo confundiéndolo con lo
que en verdad soy. Pero también pueden ofrecer la oportunidad para desencantar
esas expectativas, despojando a la conciencia de esa investidura arquetípica,
dulcemente fascinante y fatalmente asfixiante. Momentos cruciales que dan la
posibilidad de diferenciarse conscientemente de esos arquetipos percibiendo su
atractivo y condicionante hechizo.
Encarnar arquetipos puede constituir un servicio a
deseos colectivos inconscientes, pero que siempre representarán una captura, un
condicionamiento para la libre expansión de la conciencia hacia niveles de
creatividad. El inconsciente colectivo hace presión para que el individuo
represente anhelos de la comunidad. Y en esa exitosa expresión arquetípica del
individuo se refuerza aún más aquel deseo del colectivo y su condicionamiento
en conciencias individuales futuras. En casos extremos la conciencia individual
se psicótico y contribuye a reforzar la psicosis colectiva. Ese es el valor
universal de testimonios como el fenómeno de Hitler y el nazismo en Alemania en
la década del ´30.
En este sentido, en tiempos de Neptuno en tránsito a
su Sol, un individuo puede recibir altos reconocimientos y honores de parte de
la comunidad a la que pertenece. Pero es crucial sostener la perspectiva
transpersonal de esos eventos y significar tales distinciones como la
experiencia que permite agotar una dimensión de anhelos de la personalidad
individual en sintonía con los de esa comunidad. Es disponerse conscientemente
a celebrar el logro de algo muy deseado durante mucho tiempo “para darme cuenta
que no soy eso”. Es una desilusión para el nivel personal y un portal de
resonancia con niveles transpersonales del ser que colabora con desilusiones
colectivas que redunden en saltos de madurez para la sociedad. Esos
reconocimientos y honores no son un beneficio personal, ni siquiera están
dirigidos a la persona, sino a lo que ésta representa simbólicamente para la
comunidad.
En definitiva, el clima de los momentos de Neptuno en
tránsito al Sol puede resultar propicio para que la conciencia se fascine con
un arquetipo, disfrute de su efecto mágico, padezca su ilusión, o también para
defraudar deliberadamente ese encanto y así permitir una respuesta creativa,
que no repita el programa arquetípico, tanto a escala individual como
colectiva.
En Abril de 2022 Neptuno se encuentra en el grado 23
de Piscis. La salida de este signo será en
fecha en el año 2025. La ultima vez de
Neptuno en Aries surgieron muchas sectas religiosas y movimientos filosóficos,
como Madame Blavatsky y su famosa Doctrina Secreta.
Recordar que Neptuno es lento, demora aproximadamente
entre 10 y 12 años en una sola constelación.
Por ello se le denomina planeta generacional.
En los años 2022, 2023 y 2024 estara pasando en
angulos:
CUADRATURA, CONJUNCION, OPOSICION a todos los planetas
que hay en tu carta mutables:
Lunas en mutables, Sagitario, Geminis, Piscis y Virgo.
Soles y signos Ascendentes en signos mutables, en los
grados finales, por cuanto para el 2025 entrara hacia Aries y permanecerá en
este signo por doce años, haciendo su labor de disolución del ego a los signos
CARDINALES, Capricornio, Cancer, Libra y
Aries.
Etiquetas: astrologia
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