Un breve relato sobre curiosidades de Casa Mila,
también conocida como La Pedrera.
La Casa Mila se encuentra en esquina del paseo de
Gracia Numero 92 con la calle Provenza, ocupado anteriormente por un chalet que
hacía frontera entre los municipios de Barcelona y Gracia, antes de la anexión
de esta villa a la ciudad condal en 1897.
El chalet
pertenecía a José Ferrer-Vidal y Soler, hermano de Luis Ferrer-Vidal y Soler,
fundador de la Caixa de Pensions de Barcelona, y se formalizó la compra ante notario
el 9 de junio de 1905. La zona se
ubicaba en pleno Ensanche de Barcelona, proyectado por Ildefonso Cerdá y
aprobado en 1859, con un sistema reticular de manzanas de viviendas con los
ángulos recortados.
Con el Ensanche, el paseo de Gracia se convirtió en
una de las principales arterias de la ciudad, por lo que fue elegido por la
burguesía catalana para fijar sus residencias, gracias a lo cual esta vía creció
rápidamente y se convirtió en un hervidero constructivo donde desarrollaron su
labor los mejores arquitectos de Barcelona. Cabe resaltar que en el mismo paseo
de Gracia había construido Gaudí poco antes la Casa Batlló (1904-1906), y
anteriormente había efectuado otras dos intervenciones hoy desaparecidas: la
Farmacia Gibert (1879) y la decoración del bar Torino (1902).
En ese contexto, Gaudí recibió el encargo de construir
una casa señorial de parte de Pedro Milá y Camps, un rico empresario cuyo
padre, Pedro Milá y Pi, había forjado su fortuna en la industria textil. Mila
amplió el negocio familiar y diversificó los sectores donde probó fortuna,
siendo por ejemplo el promotor de la plaza de toros La Monumental. También se
dedicó a la política, y fue diputado por parte de Solidaritat Catalana.
Pere Mila era un seductor con bastante estilo . Mila amaba los automóviles. Tuvo uno de los
primeros coches matriculados en Barcelona y, aprovechando que su tío era el
alcalde, organizó la primera carrera de automóviles que se celebró en la
ciudad.
Otros de los quehaceres favoritos de Pere Mila era ir
a lujosos balnearios de aguas termales que eran centros de animada actividad
social y escenarios muy propicios para que las viudas que acababan de heredar,
como Roser Segimon, y jóvenes seductores encontraran una dote que resolviera la
vida.
La afortunada coincidencia de la heredera y el
seductor se dio en ese año de 1903 en el balneario francés de Vichy, donde
contrajeron matrimonio en 1905.
No tardó en correr el chiste de que Perico, que así
llamaban a Mila, no se había casado con la viuda de Guardiola, sino con la
guardiola (‘hucha’ en castellano) de la viuda.
El señor Mila estaba casado con Roser Segimon, viuda
de José Guardiola Grau, enriquecido en
América con plantaciones de café, cuya fortuna heredó su mujer. El hombre
- Jose Guardiola Grau, salió de l’Aleixar, el pueblecito de Tarragona
que le había visto nacer, siendo un joven de diecisiete años.
Cuando regresó a Europa, cuatro décadas más tarde,
había acumulado una fortuna de veinte millones de pesetas. Y todo gracias al café de Guatemala. Fue
allí, concretamente en San Pablo Jocopilas, donde a mediados del siglo XIX
compró una finca, El Chocolá, de la que supo extraer el mejor café de América
central.
Pronto se encargó de hacerlo llegar a las mesas de los
más selectos sibaritas europeos. Tuvo,
además, la habilidad de deshacerse de la hacienda, por un precio que
multiplicaba por miles el precio a que la había comprado, justo antes de que
los precios internacionales del café cayesen en picada.
Instalado en París, se dedicó a la buena vida, en
compañía de Roser Segimon i Artells (1870-1964).
Así pues, la pareja gozaba de una privilegiada
posición, hecho que quisieron plasmar en una casa de diseño innovador y gran
lujo de detalles. Para ello compraron el solar del paseo de Gracia en 1905, y
encargaron el proyecto a Gaudí, entonces un arquitecto de gran renombre, que en
aquella época trabajaba en diversos proyectos a la vez.
El proyecto de Mila era construir un edificio de
grandes dimensiones, destinar el piso principal para su propia residencia y el
resto en régimen de alquiler, algo habitual en la época. Asimismo, la planta
baja, en su parte exterior, fue destinada a tiendas, siendo la primera una
sastrería abierta en 1928.
Aun se conservan en archivos de prensa de los avisos
clasificados tales como los de la Señorita Dicks, una dama estadounidense que
rentaba un departamento en el piso dos, y ofrecia clases del Idioma Ingles por 2
Pesetas de plata la hora.
El 2 de febrero
de 1906 se presentaron los planos en el Ayuntamiento y se solicitó el permiso
de obras. La construcción sufrió diversos retrasos, ya que el edificio superó
en altura y anchura a lo establecido en las ordenanzas municipales, por lo que
se impuso al señor Mila varias multas. Además, Gaudí abandonó la dirección de
la obra en 1909 por divergencias con los Mila respecto a la decoración
interior. La relación entre Gaudí y Mila se enfrió, y el arquitecto tuvo que
llevar a juicio al promotor para cobrar sus honorarios (105 000 pesetas), que
donó a los Jesuitas. Para hacer frente al pago, el señor Mila tuvo que
hipotecar la casa.
Desde el punto de vista administrativo también provocó
alguna polémica cuando en diciembre de 1907 el Ayuntamiento detuvo las obras
porque un pilar ocupaba una parte de la acera sin respetar el alineamiento de
las fachadas. Al serle comunicada la noticia a Gaudí, este respondió con su
estilo irónico habitual:
Diles que si quieren cortaremos el pilar como si fuera
un queso y en la pulida superficie restante esculpiremos una leyenda que diga:
Cortado por orden del Ayuntamiento según acuerdo de la sesión plenaria de tal
fecha. J
Sin embargo, la suspensión de las obras no fue
respetada y Gaudí continuó con su labor. El 28 de septiembre de 1909 se le
abrió un nuevo expediente porque superaba la altura prevista y excedía el
volumen construido en unos 4000 m3. El Ayuntamiento reclamaba una multa de 100
000 pesetas (aproximadamente el 25 % del coste de la obra) o derribar el desván
y la azotea. La polémica se solucionó un año y medio más tarde, en 1909, cuando
la Comisión del Ensanche certificó que se trataba de un edificio monumental y
no se requería que se ajustara estrictamente a las ordenanzas municipales.
Salta a la vista que el edificio en cuestión, sea cual
fuere su destino, tiene carácter artístico que lo separa de los demás edificios
particulares, dándole fisonomía especial, a lo cual contribuye en parte
principal la obra realizada separándose de los planos aprobados.
Tal solución satisfizo enormemente a Gaudí, que pidió
una copia de la resolución para conservarla. Por último, en 1910 los Mila
pidieron permiso al Ayuntamiento para el alquiler de las viviendas del
edificio, pero no fue concedido hasta octubre de 1912, cuando Gaudí certificó
la finalización de las obras.
El proceso de construcción fue relatado años después
al historiador Joan Bassegoda por el constructor, Josep Bayó:
Una vez
terminado el sótano se procedió con la construcción del resto de pisos,
mientras que se fue proyectando la fachada —que es autosustentante e
independiente del resto del edificio—, a través de unas maquetas de yeso que
modelaba el yesero Joan Bertran bajo la supervisión directa de Gaudí; esta
maqueta fue posteriormente troceada y llevada como modelo a la obra, donde los
picapedreros seguían fielmente su estructura.
En todos los
pisos se utilizó un sistema de jácenas y vigas de hierro dispuestas en forma de
bóveda catalana, unidas mediante roblones y tornillos, sin necesidad de
soldaduras. La fachada fue cubierta de piedras formando arcos de forma
ondulada, que luego fueron retocadas por los picapedreros hasta conseguir las
formas redondeadas por Gaudí. Por último, se realizó el desván, diseñado de
forma independiente al resto del edificio, con un sistema de arcos catenarios
de ladrillo, y por encima se situó la azotea.
Su propietario lo presentó al Concurso anual de
edificios artísticos del Ayuntamiento de Barcelona, y no resultó ganadora.
Primeros inquilinos en Casa Mila
En los primeros años se publican en el periódico La
Vanguardia diversos anuncios destacando habitaciones para alquilar en la Casa Mila,
solicitando servicio para alguno de los inquilinos y hasta había una profesora
que daba clases de inglés, Miss Dick.
Entre los inquilinos, la Pensión Hispano-Americana
(1912-1918) ; Alberto I. Gache (Buenos Aires, 1854-Montevideo, 1933), cónsul de
la República Argentina a Barcelona, que residió desde 1911 hasta finales del
1919; la familia Abadal, que vivieron del 1912 hasta finales de 1930. Asimismo,
tenemos noticia que el príncipe egipcio Ibrahim Hassan (El Cairo, 1879 -
Barcelona, 1918) falleció en su domicilio de La Pedrera en el Paseo de Gracia
92.
Y la familia Baladia, industriales textiles, tuvieron
alquilado el piso 2º como un lugar
céntrico, práctico y “pequeño” para quedarse las noches que salían tarde de la
ópera del Liceo, del Palau de la Música, del teatro o de alguna fiesta en la
ciudad.
Durante la Guerra Civil Española la Pedrera fue ocupada
por el PSUC, cuyo secretario general, Joan Comorera, se instaló en el piso
principal. Los Mila, que estaban veraneando en Blanes al estallido de la
contienda, se pasaron al bando sublevado, y volvieron a su casa una vez
terminada la guerra. En 1940 falleció Pedro Milá, y pocos años después, en
1946, su mujer vendió el inmueble a la Inmobiliaria CIPSA (Compañía
Inmobiliaria Provenza, SA), si bien siguió viviendo en su piso hasta su
fallecimiento en 1964.
La Pedrera ha sufrido diversas vicisitudes: en 1927
Roser Segimon ordenó al constructor Josep Bayó la remodelación del interior del
piso principal, y se perdió la decoración efectuada por Gaudí; en 1932 se
transformaron las carboneras en tiendas, eliminando las rejas de hierro que
separaban el semisótano y la calle. Solo Dios sabe donde irían a parar
semejante rejas artisticas.
Entre 1971 y
1975 se efectuó una primera restauración a cargo de José Antonio Comas de
Mendoza. En 1986 lo adquirió la Caixa de Catalunya, que ha efectuado
continuadas obras de conservación y restauración (1987-1996) y la mantiene
abierta al público para su visita, para lo que se puede entrar en las viviendas
de la planta cuarta, el desván y la terraza. Las demás plantas están ocupadas
por oficinas y quedan dos familias residentes, entre las que se encuentra la Señora Carmen Burgos, cuya famosísima
entrevista podrán ver en youtube.
La Casa Mila fue declarada Monumento
Histórico-Artístico de Carácter Nacional en 1969, y en 1984 la Unesco la
incluyó dentro del Lugar Patrimonio de la Humanidad «Obras de Antoni Gaudí»,
junto con el Palacio Güell, el Parque Güell y la Cripta de la Colonia Güell.
El edificio se construyó sobre un solar con 1835 m2 de
superficie. Consta de seis plantas articuladas alrededor de dos patios
interiores, uno circular y otro oval, más un sótano, un desván y la azotea.
Esta estructura acoge dos edificios adosados e independientes, cada uno con su
propia puerta de acceso y su propio patio de luces, que están comunicados
únicamente en la planta baja. Las paredes divisorias no tienen función
estructural, por lo que su diseño varía de una planta a otra.
La fachada tampoco cumple una función estructural,
sino de revestimiento, por lo que su diseño y ornamentación presentan una
acusada libertad creativa, con formas ondulantes que evocan el oleaje marino y
generan diversas sensaciones lumínicas según la hora del día. Los balcones son
de hierro forjado, con una decoración de motivos abstractos. Gaudí diseñó
incluso un tipo de baldosas hexagonales de cerámica para situar en el pavimento
de la calle, con motivos nuevamente marinos (algas, estrellas de mar, caracolas).
Cabe destacar
la belleza del hierro forjado de sus
balcones, que simulan plantas trepadoras, obra de los hermanos Lluís y Josep
Badia i Miarnau. De formas
orgánicas, la Casa Mila evoca sin lugar a dudas la naturaleza.
Gaudí había asignado a la Pedrera un alto simbolismo religioso:
en la cornisa superior, de forma ondulada, tiene esculpidos capullos de rosa
con inscripciones del Ave María en latín Además, según el proyecto original
la fachada habría estado rematada por un grupo escultórico de piedra, metal y
cristal con la Virgen del Rosario con el Niño Jesús en brazos, rodeada de los
arcángeles Miguel —con una espada derrotando a Satanás, enroscado en una bola
del mundo situada a los pies de la Virgen. Se hizo un boceto a cargo del
escultor Carles Mani, primero en barro a escala 1:10 y luego en yeso en su
tamaño definitivo, que estaba listo para fundirse en bronce en marzo de 1909; pero debido a los sucesos de la Semana Trágica
de 1909 se abandonó el proyecto. España inicia el año 1909 con Alfonso XIII
como monarca y con Antonio Maura, del Partido Conservador, al frente del
Gobierno.
Políticamente, España, que no se había recuperado del
palazo moral que supuso la pérdida colonial, en 1898 de Cuba, Puerto Rico,
Islas Filipinas, Islas Marianas e Islas Carolinas, vive inmersa en un sistema
político donde dos partidos, el Partido Conservador y el Partido Liberal, se
turnan en el Gobierno. La alternancia es organizada desde el poder mediante el
reparto de escaños previo a las elecciones a través de una red de influencias denominada
caciquismo que garantiza su cumplimiento y adulteración de los resultados. En este
sistema la monarquía ejerce un papel de arbitraje. El resto de los partidos
políticos son marginados del poder y sólo consiguen representación en las zonas
urbanas, donde el caciquismo es más débil y el control electoral por tanto es
más difícil.
En Cataluña, sin embargo, tras la Ley de
Jurisdicciones de 1906 se forma bajo el nombre de Solidaridad Catalana una
alianza electoral integrada por la Lliga Regionalista, el carlismo y ciertas
agrupaciones republicanas que logran una victoria aplastante en las elecciones
de 1907, desplazando a los partidos dinásticos del poder en Cataluña.
Socialmente, los obreros españoles comienzan a tomar
conciencia sindical y empieza a surgir el movimiento obrero en las zonas
industriales y especialmente en Barcelona, donde surge Solidaridad Obrera, una
confederación sindical de socialistas, anarquistas y republicanos que nació
como rechazo al acercamiento de Solidaridad Catalana al Partido Conservador de
Maura. Esta nota sobre el surgimiento del partido obrero en Barcelona me
parecio importante mencionarla, por cuanto es muy fácil leer una placa otorgada
por el Ayuntamiento a cualquier negocio en Barcelona con mas de doscientos años
de fundado y el solo pensar en tantos tropiezos que surgieron en aquellos
tiempos – Primera Guerra Mundial, la
Gran Recesion Mundial de 1919 y hasta 1930 - Guerra Civil de España, Segunda
Guerra - merecen lo mejor de nuestro
respeto.
La decoración interior corrió a cargo de Josep Maria
Jujol y los pintores Aleix Clapés y Teresa Lostau. Se encuentran a menudo detalles ornamentales
marinos, como los falsos techos de yeso que simulan olas de mar, así como
pulpos, caracolas y flora marina. Pedro Milá encargó la dirección de la
decoración pictórica a Aleix Clapés, motivo de la ruptura definitiva entre
Gaudí y el matrimonio Mila, ya que el arquitecto había encargado la decoración
al pintor Lluís Morell i Cornetnota que
llegó a efectuar algunas pinturas en las paredes de las escaleras de servicio,
que sin embargo no era del agrado de los Mila. Por ello, Gaudí abandonó la
dirección del proyecto, que fue concluido por sus ayudantes.
Fachada de la Casa Mila.
La Casa Mila tiene tres fachadas, una en el paseo de
Gracia, otra en la calle Provenza, y otra que hace chaflán, siguiendo el
esquema habitual del Ensanche proyectado por Cerdà. Sin embargo, las tres
presentan una continuidad formal y estilística que, por su forma sinuosa y
ondulada, parece una roca modelada por las olas del mar. El conjunto de
entrantes y salientes imprime un dinamismo al conjunto que le otorga la
sensación de estar en movimiento, a la vez que crea un juego de luces y sombras
en constante cambio según la hora del día o la posición del espectador. Además
de la forma ondulante de los muros de la fachada, la presencia de 33 balcones
de hierro forjado 150 ventanas, con una original forma similar a algas marinas,
convierten el conjunto en una obra casi escultórica de gran tamaño.
Fachada del paseo de Gracia: orientada al sudoeste, 630
m2 de superficie, con nueve balcones que dan a la calle. Está coronada con la
palabra Ave del Ave María, con una decoración en relieve de lirios. La parte
perteneciente a esta fachada de la planta baja estaba destinada a carbonera, y
originalmente tenía rejas, que fueron retiradas cuando se transformó en tiendas
comerciales.
Fachada de la calle Provenza: tiene 43,35 metros de
largo, por lo que es la más extensa, y cuenta con una puerta de acceso al
edificio. Orientada al sureste, recibe luz prácticamente todo el día, por lo que Gaudí la diseñó con más
ondulaciones que en las otras dos fachadas, así como unos balcones más
sobresalientes, para crear más sombra.
Para el acceso a las viviendas, Gaudí priorizó el uso
de ascensores, reservando las escaleras como acceso auxiliar y para servicios
comunes. Sin embargo, para el acceso al piso principal colocó dos grandes
escalinatas, decoradas con pinturas murales.
Las dos puertas de entrada están realizadas en hierro
forjado y vidrio, de tal forma que actúan a la vez como puerta y como verja de
seguridad. Su diseño es orgánico, con una serie de estructuras de diversa forma
que pueden recordar diversos diseños elaborados por la naturaleza, como
caparazones de tortuga, alas de mariposa o tejidos celulares. Su estructura
amplia y diáfana permite el paso de la luz con facilidad, e ilumina con
profusión los vestíbulos interiores.
El mayor portal es el del paseo de Gracia , que
presenta un techo ondulado, parecido al de una caverna, justo ahí se encuentra
actualmente la tienda de La Pedrera, donde se puede comprar desde tazas para
café con el mango en forma de tirador de puerta de bronce estilo Gaudi, hasta
libros para niños para colorear las obras de Gaudi.
El de la calle Provenza es similar en diseño, y
presenta una garita destinada al
portero, elaborada con una fina estructura de hierro y con vidrios tallados con
motivos florales. Uno de los elementos más destacados de los vestíbulos es la
decoración con pinturas murales, realizadas por Aleix Clapésnota con motivos
ornamentales y temas de inspiración mitológica, como algunas escenas de Las
metamorfosis de Ovidio. También figuran otras temáticas, como los siete pecados
capitales y diversos episodios de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la
Barca. Estas pinturas fueron
restauradas entre 1991 y 1992.
La estructura de pisos de la Casa Mila arranca de un
sótano destinado a garaje y trastero, al cual se accede desde los vestíbulos de
entrada por unas rampas de forma helicoidal. Presenta una estructura de 90
columnas de piedra, hierro y ladrillo, que sostienen el edificio. Esta planta
contenía además la sala de máquinas para la calefacción, así como diversas
zonas de servicios comunes. Los vecinos accedían por unas escaleras auxiliares,
contando cada uno con una plaza de garaje y un trastero. Tras una
rehabilitación efectuada en 1994, el sótano se convirtió en un auditorio.
Entre el sótano y la planta baja se sitúa un semisótano originalmente destinado
a carboneras, pero que posteriormente fue ocupado por tiendas, para lo cual se
retiraron las rejas de hierro instaladas según el proyecto de Gaudí. En este
semisótano se situaba igualmente un pequeño túnel que circundaba todo el
edificio, en donde se encontraban las canalizaciones de servicio, tuberías de
gas y cables eléctricos.
Planta del tercer piso de la Casa Mila.
Los pisos de viviendas fueron diseñados por Gaudí de
tal forma que pudiesen amoldarse fácilmente a las necesidades de los inquilinos,
ya que al no tener muros de carga los espacios son intercambiables y
adaptables. El solo hecho de ser adaptable demuestra la genialidad de Gaudi.
La decoración de la vivienda principal fue una de las
más lujosas y detalladas del edificio, a cargo de Josep Maria Jujol, quien
diseñó el mobiliario y diversos elementos decorativos, así como algunos
detalles en relieve en columnas y techos, siempre bajo la supervisión de Gaudí.
El resto de viviendas, destinadas a alquiler, fueron
proyectas por Gaudí con el mismo esmero, por lo que cuidó hasta el último
detalle e intervino en numerosos casos en elementos decorativos y mobiliario.
Por lo general, los salones y dormitorios de cada vivienda dan a la calle.
Gaudí incluyó
para todas ellas todos los adelantos y comodidades para la época, como luz
eléctrica, calefacción y agua caliente; además, cada vivienda tenía una plaza
de garaje y un trastero en el sótano y un lavadero en el desván. El arquitecto
cuidó al máximo todos los detalles, especialmente puertas y ventanas, diseñadas
con un estilo ornamental plenamente modernista. Por lo general, estos diseños
tenían inspiración orgánica, como gotas de agua, remolinos, medusas, estrellas
de mar, algas y flores.
La última planta es el desván, que Gaudí concibió de
forma independiente al resto del edificio, con una original estructura a la vez
plástica y funcional. Esta planta, de 800 m2, albergaba los lavaderos y otras
zonas de servicios, y actuaba a la vez como regulador térmico, aislando el
edificio de las temperaturas extremas, tanto de invierno como de verano. Estos arcos se unen en el techo en una
especie de espina dorsal que recuerda el esqueleto de algún animal o la
estructura de un barco dispuesta al revés, yo lo sentí como las costillas de
una ballena.
El desván fue remodelado en 1953 por el arquitecto
Francisco Barba Corsini, que creó trece apartamentos de alquiler, de estética
moderna y alejados del proyecto gaudiniano. Sin embargo, tras la adquisición
del edificio por Caixa Catalunya, en 1996 fue restaurado, devolviéndole el
diseño original elaborado por Gaudí, y actualmente acoge el Espai Gaudí
(Espacio Gaudí), una exposición sobre la vida y obra del arquitecto, con
maquetas y material audiovisual de las principales innovaciones realizadas por
el arquitecto catalán.
El edificio se encuentra coronado por una azotea
situada sobre el desván, donde Gaudí situó las salidas de escalera, las
chimeneas y las torres de ventilación, que por sus originales formas y diseño
innovador crean un auténtico jardín de esculturas al aire libre. Existen 30 chimeneas en la azotea. Las formas
abstractas de estas torres han sido consideradas por muchos estudiosos como un
antecedente de la escultura abstracta del siglo XX. Salvador Dalí era un gran
admirador de estas torres, con las que se fotografió en 1951.
Por último, las chimeneas son uno de los elementos más
famosos y singulares de la azotea, y que más ha generado todo tipo de
elucubraciones e hipótesis sobre su origen y simbolismo. Hay un total de 30
chimeneas, dispuestas en grupos o de forma individual, y esparcidas a todo lo
largo de la terraza. Construidas en ladrillo revocado de mortero de color ocre,
presentan un cuerpo que gira sobre sí mismo en forma helicoidal, y rematadas
con una pequeña cúpula que, en la mayoría de casos tiene una forma parecida a
un casco de guerrero.
El director de
cine George Lucas se inspiró también en ellas para los cascos de los soldados
imperiales y del malvado Darth Vader en la saga Star Wars.
Asimismo, este elemento iconográfico fue el elegido
para elaborar las estatuillas de los Premios Gaudí, que imparte anualmente la
Academia del Cine Catalán, y que consisten en unas figuras de bronce, diseñadas
por Montserrat Ribé partiendo de las formas gaudinianas presentes en la azotea
de la Pedrera.
El filósofo y escritor Josep Maria Carandell ofrece en
su obra La Pedrera, cosmos de Gaudí una interpretación simbólica de la azotea
de la Casa Mila basada en conceptos religiosos, cosmogónicos y literarios. Para
este autor, la azotea sería un auto sacramental por el aspecto cambiante y
sinuoso de la azotea.
En Cataluña, es
tradicional la presencia en las procesiones de Corpus de gigantes y cabezudos,
o figuras animales como dragones y víboras, y esa sería la intención de Gaudí
para la azotea de la Pedrera.
Críticas y polémicas
El edificio no respetaba ninguna norma de estilo
convencional, por lo que recibió muchas críticas. Para empezar, el nombre «La
Pedrera» es de hecho un mote asignado por los ciudadanos que censuraban su
heterodoxia. Las revistas satíricas eran el principal espacio de difusión de
las críticas: Junceda la presentaba en un chiste como una «mona de Pascua»;
Ismael Smith insinuaba que había sufrido un terremoto como Mesina; Picarol la asimilaba a un imaginario Valhalla
wagneriano o como una defensa antibélica de la guerra de Marruecos, o como un
hangar para dirigibles.
Sin embargo, también tuvo defensores, siendo uno de
los primeros Salvador Dalí, quien la reivindicó en la revista Minotaure en
1933, en un artículo titulado De la beauté terrifiante et comestible de
l'architecture modern.Posteriormente, fue alabada por figuras como Le
Corbusier.
https://pedrerainedita.lapedrera.com/es/aportaciones/la-pedrera-y-el-cine-linconnu-de-shandigor
Espero les haya gustado la visita a Casa Mila y espero
por preguntas o comentarios a mi correo magalyminerva@gmail.com.
Agradecida por su atención.
Magaly Castro.
Pampatar, 12 de Junio de 2019.
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